Leo, el león miedoso.
Aves que anunciaban su paso en un cielo pintado de rosa y azul, vigilaban desde las distancia aquella gran llanura. Y ahí, justo allí, en algún punto entre tanta inmensidad se encontraba la manada del más feroz, sí, como lees, el león más feroz de toda la sabana.
Uno de espléndida y frondosa melena, que estaba orgullo de su última cría, otro macho más, pero no sería uno cualquiera, debía ser igual a él, el mejor en todo, el más temido de aquel lugar.
El pequeño era un joven muy especial, un Minis muy sensible, que desde que nació llevaba sobre sus hombros un gran peso, una vida ya escrita sin haberla vivido, un destino ya marcado sin importar lo que él quisiera. Y es que así eran las costumbres de aquel lugar.
Leo, la joven cría, no se sentía ni se veía igual que su padre, y por eso le aterraba defraudarlo y no llegar a ser tan bueno, como todos decían que era. Sólo pensarlo le hacía acelerar, de manera desmesurada los latidos de su corazón, como si fuera un coche de carreras, entrando en un estado de angustia total.
La verdad, es que el Minis sentía miedo – se imaginan un león miedoso-, es lo que menos esperaban de él.
El joven creía que llegada la etapa de la madurez aquellas dudas y sentimiento desbordante desaparecerían, pero no fue así, por el contrario, mientras más crecía, crecía su miedo.
Quién le respetaría, sin duda era un triste final para el hijo del más feroz de todos. Con este pensamiento dando vuelta en su cabeza intentaba descansar, cuando repentinamente, un quejido aturdió sus oídos y un mal presentimiento hizo desaparecer aquello que le atormentaba.
Algo andaba mal, lo presentía, lo intuía, agudizando su sentido se percató que era su padre, era el quejido del más fuerte, el más temido, que por primera vez estaba pidiendo auxilio.
Sin pensarlo, a toda velocidad, el joven se levantó y guiado por su corazón corrió hasta llegar a él.
En el suelo, tirado, en soledad, y con aullidos de dolor, estaba su padre, sobre la tierra que había presenciado el combate más peligroso de todos, sobre la tierra que había vivido como la prepotencia e ínfula de grandeza de un León le llevó a subestimar a su enemigo, aquel era el resultado de su soberbia. Era la primera vez que el viejo león sentía miedo, o por lo menos no le avergonzaba demostrar que lo sentía.
Junto a él, estaba un joven, que en medio de tanta angustia olvidó el miedo y demostró su fortaleza, su valentía, corrió en ayuda de su padre sin importar a qué se enfrentaría. Un joven que recién entendía que el miedo no era era malo, que lo realmente malo era dejar que domine tu vida, tus actos y pensamientos.
Y así fue como el Minis Leo llegó a la madurez, así fue como un joven león aprendía sobre el miedo, a enfrentarlo y superarlo, porque hasta el más temido de todos lo había sentido.
Un olé por todos aquellos que aún sintiendo miedo, luchan por lo que quieren y se dejan guiar por su corazón. Feliz viernes a todos❤
^_^
By Vane
Deja una respuesta